Мы представляем вам второй рассказ из серии победителей I Конкурса рассказов ADELANTE «Как испанский язык изменил мою жизнь». Если вы вдохновитесь этой историей и захотите записать свою , то сможете принять участие во II Конкурсе рассказов ADELANTE: ¿Что я открыл благодаря испанскому языку?, который стартует скоро. Следите за обновлениями!
FINALISTA № 2 — Margarita Rumyantseva.
Cómo el español cambió mi vida.
«Claro y límpido raudal
La lengua de versos de oro
Y de vibración marcial.
Es dúctil como el tesoro
Que dejó Boabdil el moro
Allá en su Alhambra oriental.
Como clarines al viento
Vibra su broncíneo acento
En la ira o en el dolor.
Y son sus cláusulas graves
Amorosos trinos de aves
Sobre las lilas en flor.»
(Leopoldo Días)
Si yo voy a decir que el español influyó sobre mi vida, no es decir nada porque el español cambió mi vida completamente, tanto que ahora no me puedo imaginar cómo pudiera vivir sin él. Esto es la ventana a otro mundo, a un mundo entero, del cual no sabía nada hasta el año 1984,cuando ingresé al instituto y me encontré a un cubano, estudiante como yo. Entonces yo no sabía ni una palabra en español y el sabía muy poco en ruso. Poco a poco Juan Carlos empezó a avanzar en nuestro idioma y yo también quería saber español porque me gustaba mucho, tan sonoro, romántico, subyugante. Pero en aquellos tiempos lejanos era imposible comprar ningún manual ruso-español, por eso compré sólo un diccionario, una pequeña guía-manual para los turistas y unas revistas cubanas «Muchacha» y «Mujer». De tal modo, empecé a estudiar el español sin saber las reglas gramaticales, sin entender nada. Pasar los cursos no podía por la carencia de dinero. Ahora, cuando alguien me pregunta si el español es fácil para aprender, yo no sé qué contestar, porque se me dio con gran dificultad. Juan Carlos no supo durante mucho tiempo que yo lo aprendía y yo hablaba con él sólo en ruso, porque era muy tímida. El primer manual que pude adquirir al cabo de un año, fue un manual para el 9º grado (era el único en la librería). En aquel momento me pareció el más interesante libro del mundo, lo estudiaba con gran interés, descubriendo muchas cosas nuevas para mí. Más tarde compré unos libros infantiles, por ejemplo, de la vaca blanquinegra Matilda, y un tiempo después — la novela policiaca de Ágata Cristy «Cita con la muerte», que me impresionó muchísimo. «El perro de Basquervily» me gustó también. Pasó un año y me casé con Juan Carlos.
Cuando nació mi hijo, mi madre lo llamó Fidel, igual que el líder cubano Fidel Castro, porque mi mamá lo admiraba y lo quería como a mis propios familiares. Poco tiempo después mi marido tuvo que volver a Cuba para cumplir su deber militar, porque era piloto militar, y de Cuba lo mandaron para Angola. Pasaron 2 años que no nos vimos, mi hijo creció sin papá pero cuando Juan Carlos me escribió que iba a regresar pronto para Cuba, me decidí a ir allá y vivir con mi marido como una familia normal ¡Yo no podía imaginar cuantas aventuras me esperaban en adelante! Hice el viaje en un barco de carga pues no pude adquirir los pasajes para un barco turístico. Jamás en la vida yo había navegado en un barco y menos de carga. Contemplando la belleza de los siete mares que pasábamos, estaba pensando en el futuro… ¡Dios sabe lo que me esperaba adelante, en tierras ajenas!…
En la Habana nos recibió mi suegra, que vino especialmente de la pequeña cuidad de Banes. Nunca antes había hablado en español, por eso mi suegra fue la primera persona en mi vida con quien empecé a hablar en mi lengua preferida. Ella trataba de hablar conmigo lentamente y claro para que yo la entendiera. Así vivimos con la familia de mi marido 4 meses, esperando su regreso de Angola. Fidelito cumplió 3 años ya, lo adoraba todo el mundo y todo el mundo esperaba que él hablara en español para charlar con él, pero Fidelito callaba. Su tío trataba mucho de enseñarle el español, venía por la mañana a nuestra casa y decía: «Chico, dile a tu tío «tú eres bobo» o «¡tú eres cucaracha!» Me parecía que no es buen método de educación enseñar al niño tales palabras, pero los cubanos tienen su propio punto de vista que no siempre coincide con el nuestro. Pero a pesar de todo, sus hijos crecen bastante buenos, amables y nunca dejan a sus padres en la vejez.
Cuando pasaron cuatro meses, mi hijo de pronto empezó a hablar en español muy bien y claro. Hasta la prima de Juan Carlos lo citó como un ejemplo para su hijo Rafaelito, que hablaba sin poder pronunciar algunas letras. Entonces compré unos libros infantiles con dibujos buenos y los leíamos cada día por la tarde.
De verdad, fue muy difícil vivir en un país ajeno que es absolutamente distinto del tuyo, casi no escuchar la lengua rusa y no hacer nada todos los días. Yo trataba de encontrar algún trabajo, visitaba el municipio, pero fue inútil- no había ningún trabajo para mí. Las otras pruebas duras eran el sol demasiado caluroso, la falta de comida y de cosas necesarias para la vida normal. Echaba de menos a mi marido, me preocupaba por él, pues estaba en África, en la guerra. Mi hijo y el español que estudiábamos juntos cada día, eran mi único consuelo.
Al fin Juan Carlos vino de Angola pero sólo por dos semanas y regresó a África por un tiempo indeterminado. Entonces, tomé la decisión de volvernos a nuestro país, porque no podía ver allí nuestro futuro. El corazón me dolía mucho, porque dejaba en Cuba una parte de mi alma, y hasta ahora recuerdo a menudo momentos inolvidables, como las vacas de dos jorobas en la cima de la colina bajo las palmas, la Habana nocturna, el malecón donde suspira el mar quebrando sus olas en el parapeto, el sabor de mango maduro y el pequeño perrito Terry, que nos amaba con toda su alma perruna… Me dolía, que Fidelito iba a crecer sin su padre, porque yo no podía vivir en Cuba largo tiempo y Juan Carlos no podía ir a Rusia, no tenía derecho porque era militar.
Al volver a San-Petersburgo, al cabo de un año conocí a un español, Fernando, por un anuncio en el periódico. El parecía muy interesado por mí y yo tenía interés también, porque me parecía una persona buena, inteligente , con el sentido del humor, además él era farmacéutico como yo y tenía su propia farmacia en Salamanca. De tal modo, nuestra amistad por carta se reforzaba, él me invito a visitarlo pero en ese momento encontré a un hombre ruso muy bueno, a quien también le gustaba mucho el español, me enamoré y me casé con él. Fernando se sintió aturdido, desolado, triste por esa noticia y me ofreció guardar amistad a pesar de todo. Al cabo de un año Fernando se casó con una rusa, pero a pesar de eso somos amigos desde hace ya 15 años. Ellos adoptaron dos niñas de Rusia porque no podían tener a sus propios hijos. La hija menor, de 5 años, tenía problemas con el corazón y fue operada. Por mi petición, Fernando me mandó las direcciones de unas iglesias evangélicas de Madrid, porque yo tenía deseo de trasladarme a España y buscaba algún camino. Como he dicho, a mi marido Alex también le encantaba el español por motivos desconocidos, por eso compró un manual y aprendió el idioma por sí mismo sólo para hablar conmigo, pues yo no podía vivir sin este idioma amado. Pronto tres iglesias nos contestaron e invitaron venir a España, prometiendo ayudar con los documentos. Pero ellos nos aconsejaron que sería mejor que primeramente viniera yo, porque para mí sería más fácil encontrar algún trabajo y vivienda. Mi familia y yo pensamos mucho que hacer, pero al fin y al cabo decidí no trasladarme, porque era recién casada y no podía dejar a mi marido y el hijo pequeño por un año entero.
Pasó un año mas y nos fuimos de visita a Noruega a casa de nuestros amigos y allá quedamos sorprendidos al ver la cantidad de gente hispanohablante. Conocí a una mujer de Chile, que tenía su propia tienda second-hand, hablé mucho con ella de la vida aquí y allá, ella nos dio la dirección de una iglesia española y al día siguiente nos fuimos allí para escuchar el sermón en español. El sermón me gustó mucho, pero al final pasó un caso extraordinario: el pastor se acercó a Fidelito y anunció en voz alta: «¡Para este niño Dios preparó un camino especial pero sus padres tienen que apoyarlo y ayudarle!» Entonces todo el mundo me empezó a preguntar: «¿Has oído lo que el pastor te ha dicho?» Nos rodearon y hablamos con ellos largo tiempo. Alex dijo que había recibido una práctica muy buena y se puso muy contento.
Además charlábamos mucho en español entre nosotros, cuando paseábamos por la ciudad porque nos dijeron que allí a veces se refieren a los rusos no muy bien. En las tiendas, si los vendedores nos molestaban bastante ofreciendo comprar algo o ayudar a elegir, decíamos que hablamos sólo en español y entonces nos dejaban en paz porque el español no lo sabía nadie.
Al regresar a San Petersburgo, vivimos sin problemas mucho tiempo pero yo siempre soñaba con cambiar de trabajo porque el mío me parecía bastante difícil y mal pagado. Un día puse un anuncio en el periódico diciendo que buscaba algún trabajo que se relacione con el español. Pronto me llamó un hombre de Inglaterra y me ofreció trabajar en un mini-hotel como administradora y acepté. A pesar de que los hispanohablantes nos visitan raras veces, me siento muy contenta y trabajo con mucho gusto primera vez en mi vida ¡Gracias al español!
Todos los años yo soñaba con visitar España, que me atraía con gran fuerza.
El año pasado mi sueño se cumplió. Alex me dio la sorpresa al comprar dos plazas turísticas para la Costa Brava, a la pequeña ciudad de Blanes. Me emocioné mucho, pero después me desengañé un poco porque quería ver a los españoles verdaderos, charlar con ellos, observar su vida por dentro pero nos rodeaban sólo los turistas y las tiendas con vendedores árabes. Entonces me decidí a visitar Barcelona, Girona y otros lugares. Casi cada mañana después del desayuno, yo y Alex cogíamos el tren e íbamos a Barcelona. En el tren yo leía los periódicos, charlaba con la gente y me sentía muy cómoda, como en mi propia casa. En Barcelona nos pasábamos días enteros y una vez conocí a un anciano, Antonio, y a su perrito Napoleón. Ellos paseaban cada día por la plaza Real, por eso lo encontraba a veces y siempre charlaba con él. Él me contó que se había quedado solo después de la muerte de su esposa, que la soledad es la cosa más horrible del mundo. Él me dejó su teléfono y a veces yo le llamo y pregunto cómo está para que no se sienta tan solo. Hace poco el Señor Antonio me comunicó que compró una perrita, igual que Napoleón, el Yorkshire terrier, pero más joven.
En Barcelona participé en una manifestación contra la corrida y hasta mandé una petición al periódico, demandando prohibirla. Сreo que este espectáculo bárbaro no debe tener lugar en nuestro siglo.
Un día, paseando por la plaza, vi una escena terrible: una mujer drogadicta o borracha gritaba a su perro y le pegaba. Сon una francesa protegimos al pobre perro, pero yo estaba muy afligida. Yo hice fotos de esa mujer y las llevé a la policía. Me escucharon atentamente y me dieron el número de teléfono de emergencias que reacciona muy rápido en casos semejantes.
De verdad, me sentía en España muy bien, como si fuera mi segunda patria. Me gusta que todo el mundo me entiende y yo entiendo a todos. Dios lo sabe ¿puede ser que viviera allí en una vida pasada? Un español me ha contado que se siente como un ruso por dentro. Está loco por todo lo que toca a Rusia. Le encanta la poesía de Pushkin, igual que a mí Gustavo Adolfo Béquer, la cultura rusa, y hasta sus perros tienen siempre nombres rusos porque esos perros son de valor para él. Cada año él trae a su casa a dos niños huérfanos de Rusia para que pasen el verano bien. Сreo que este acto es digno de respeto y la admiración. Somos muy parecidos, los rusos y los españoles. La gente en Barcelona tenía un aspecto bastante serio, igual que nosotros, pero si empiezas a hablar con ella, se vuelve abierta y muy amable.
Ayer soñado algo: estoy sentada en la costa del mar, contemplando las gaviotas, balanceándose en las olas. Detrás de mi oigo la lengua española y comprendo, que estoy allá otra vez. Mi corazón comienza a latir con alegría…
“España, España, la de las bellas mujeres.
España, España, la preferida del mar.
España, España, la de los rojos claveles
España, España, yo no te puedo olvidar.»
De tal modo el español entró en mi vida, en mis pensamientos, en mi sueño. Me dio mi primer amor, mi hijo, un marido bueno, enriqueció mi vida con experiencias inolvidables, me ha permitido conocer otras culturas, a la gente, tener muchos amigos y extendió para mí las fronteras del conocimiento del mundo.
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